Y las palabras se volvieron piedra




Y las palabras se volvieron piedra,
se creyeron piedra.
Fieles a la vida,
a sus ancestros, 
se organizaron para resistir.
Adaptarse o morir,
se dijeron para mal convencerse. 
 Olvido y desuso,
mezclado con gramos de yeso blanco.
Blancas cartas,
letras blancas,
rozando la desidia.
Lo inmediato desborda el recuerdo,
gotas de tecnología arrasante,
para manos ardientes de móviles,
de pantallas eléctricas e hipnotizantes.
Las ganas de escribir se mojan en aceite,
 se guardan en frasco viejo,
y se colocan en estantes oscuros.
Hervir los recuerdos,
anhelos de un ayer no muy lejano,
 dejarlos secar en la memoria reciente.
Atrás quedaron las ganas,
ganas de puño y letra,
de escritos  esperados en lejanía y tiempo,
noticias enamoradas,
buzones en ebullición,
papeles con olor,
olor de alguien querido,
de seres perdidos,
que las cartas encuentran y unen.
Pereza por tiempo,
sin tiempo para recordar.
Adaptarse a morir,
a vaciarse las ilusiones,
a contener lo que de  dentro salga,
y gestionar  lo que  dentro quede.
Escribir rin rumiar,
sin seguir la marca de una pluma,
manos muertas con pulgares rápidos.
El tiempo no perdona
 entierra y avanza como la nada.
Y las palabras se volvieron piedra.










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