Bajo el sol



Bajo el sol,
ese gran ojo que todo lo mira,
caen en llanto las idas y venidas,
el sufrir pasajero que hacemos eterno,
eclipsando la  importancia verdadera.

Nada dura eterno,
ni si quiera el tiempo.
Cambiante todo el rato,
como cambia nuestra propia piel.
En perpetuo silencio,
sin apenas ruido.


La luz silenciosa
otorga una amplia perspectiva.
Dar un paso y salirse,
por un rato,
de lo propio,
del ego,
incluso del qué dirán.

Quietud que no estanca,
dejar que el sol penetre,
para que la mente,
aturdida bajo el goce de su calor,
deje anestesiado el machaque del sufrir.
Aunque sea por unas gotas de agua dulce.
Que limpie y de oxígeno anuestro existir.

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