Alma en pena
Era tanto su desasosiego,
que los edificios adornaban sus paredes con el desánimo,
su alma en pena peinaba suave el asfalto,
casi pasando de puntillas,
como acariciando a un cachorrillo,
sin más implicación que la inercia del acto.
Las calles iban esquivando su sed de angustia.
Sed que no cesa,
Sed que se queda,
se posa y anida.
sequedaz en la garganta
trago de pesadumbre que no baja.
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