Calma
Ríes...
carcajadas internas,
mente que se deja ser inocente.
El cuerpo,
tumbado frente al mar,
se rinde de toda carga.
Te ries de ti mismo,
de la incertidumbre,
del ajetreo,
de la bocanada de aire
que no llega nunca a saciar.
Ríes por lo absurdo
de las creencias,
de la lucha diaria,
de la sin razón cotidiana.
Rendirse al atardecer.
Y es en esa rendición,
cuando el día te habla,
te regala el silencio
en forma de color.
Calma para saborear.
Quietud embriagadora,
pequeña brisa marina,
que peina cualquier malestar,
regando los oídos con el crugir de sus olas.
La mar,
salada ella por su gracia.
Merecedora de todo por si misma,
acogiendo en sus arenas
a unos cuerpos con bateria descargada.
Regalando siempre
el último instante del día.
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