La sed no descansa


Tenía tanta sed,
que su cerebro pedía pequeños sorbos de coherencia,
gotas de sabiduría,
para apaciguar la desobediencia.

Desobedecer a la mente,
la propia y las ajenas,
esas que chismorrotean ideas poco brillantes,
incendiando intenciones apagadas.
Amordazar el ego
antes de que las palabras contagien rabia.

Odio estúpido,
atrapasueños de almas frágiles,
que persiguen azañas de héroes cobardes,
heroínas de otros,
para distracción genérica.

La sed no es efímera,
la sed no descansa,
es constante.

Goteo de  conocimiento
para regar la lucidez,
abastecerse 
y salirse de las sin razones.


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