Tarde para la infancia



Y pensábamos que el viaje no era de vuelta,
que los retoces del pasado
eran recuerdos embotellados.
 Pan con nocilla,
tardes eternas para jugar,
para correr,
para reir,
para llorar...
Sin cuestionar el mañana,
con pilas inagotables,
o eso nos vendía un conejo en la tele.

Nuestra infancia,
su infancia.

La arena no entiende de tiempos pasados,
su fino manto mojado,
entiende de manos pequeñas que juegan,
que moldean a su antojo.
Figuras y castillos,
que la fantasía entiende por sí misma,
sin manual de instrucciones.
Construir para deshacer,
sin malas caras,
sin malas paciencias.

Susurros de voces delicadas,
finos granos que el levante empuja sobre el rostro.
Cada paso remoja un  recuerdo,
volar la imaginación sin distracciones artificiales.
Quizás luego habrá ratos de consolas y móviles,
ahora solo importa el mar,
asomar la cabecita para perderse en la brisa.
Entrometerse con lo simple,
camuflarse con otras épocas no tan lejanas.

Diferentes rostros,
mismas intenciones inocentes,
disfrutar de una tarde para la infancia.



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