Tiempo roto



Las sillas perdieron la paciencia,
la invitación al diálogo,
al entendimiento,
al disfrute mutuo,
quedó atrapada en el tiempo,
vestida de telarañas,
polvo de silencio huidizo.
Frente a frente,
la intención arrastró indiferencia,
voluntad  perpleja
por el encuentro esfumado.
Ganas tiradas al retrete del miedo.
Miedo de verdades mutuas,
tuyas,
mías,
nuestras.
Si mirásemos el tiempo sin ataduras,
sin prisas,
sin excusas,
con ganas de saborear las palabras venideras,
ganas de abrirse al encuentro,
de quitarse galones turbios y oscuros,
engalanar el abrazo,
abrir la sonrisa del que está en frente,
se podría dibujar en nuestros ojos
esa mirada encontrada de niña de tres años
sin filtros,
donde sus ojos inocentes,
incitan al descubrimiento,
al deseo de conocer,
abrirse a nuevos caminos,
a nuevas personas
a preguntarse,
a dejarse descubrir,
tocando el calor humano sin muros mentales que lo impidan,
caminos marcados sin segunderos,
sin escombros de desidia,
y con alma en gozo.






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