Nada cambia, todo cambia
A veces sentimos que no hacemos nada,
los actos cotidianos,
las acciones de los demás,
nuestros propios pensamientos,
todo permanece estable dentro de la no acción.
Nos mareamos solo de pensar en si es posible hacer cambios,
en como cambiar tal cosa, situación, actitud o estado interno.
Mareas y mareos,
turbulencias del miedo para paralizar y seguir anclados,
atrapados en tierra firme.
Refranes sucios
que dictan malas palabras conocidas
por buenas acciones por conocer.
Dichos de desidia
endulzados en terrones de amarga hiel.
En verdad, almas atadas con nudos de seguridad ficticia.
No por no mover ficha la partida se para,
puede seguir en el tiempo aunque no se avance la jugada,
el tiempo corre
detrás,
delante,
siempre corre.
Sentir que todo esta bien,
sabedores de que en el fondo no,
meternos bajo las sábanas de nuestra cama fortín,
sentir que el monstruo pasa al lado sin vernos.
Después respirar con alivio y seguir con el sueño,
atrapasueños pasajeros.
La no acción puede provocar un gran cambio,
sin quererlo,
sin previo aviso,
aunque avisando desde la intención de no hacer nada.
Pensamos que si nuestro mundo inmediato no cambia
todo sigue bajo control,
la amnesia ególatra nunca repara en los efectos,
solo se mira los sintomas.
El movimiento sabe de silencios,
de paradas cardíacas y mentales.
La otra parte se invita a actuar,
rompiendo el espejo de la quietud,
atravesando el umbral desconocido.
Pasos que asustan
pero que provocan cambios.
Las gotas del rocío se sienten seguras
al ver el sol cada día,
resvalan su frialdad por los tallos secos,
salvo hoy,
que siguen por voluntad de la araña,
el fino sendero de su red,
tejida en silencio la noche anterior.
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